Solo pasó nueve años en la cárcel de los Estados Unidos. Se le acusaba de haber transportado 500 kilogramos de cocaína y de nada más. Así que, sumando los cinco años que había estado en una prisión mexicana, cumplía ya el 80% de la pena que se le había dictado como máxima y tenía derecho a solicitar su liberación, porque el criminal ‘se portaba bien’. Sale realmente muy ‘barato’ convertirte en capo del crimen organizado en México; puedes colaborar después con la DEA, hablar de otros cárteles y después salir a disfrutar de la fortuna que amazaste y compartiste con los políticos que te dieron protección o para quienes trabajabas. ¡Ah, pero eso sí; no te atrevas a robarte un pan por hambre, porque seguramente pasarán décadas, antes de que siquiera te dicten sentencia!
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