El día de hoy pudimos ver el interior del avión presidencial que en tiempos de Felipe Calderón fue comprado para que lo disfrutara Enrique Peña Nieto y terminara en un hangar, sin usarse, en la administración de López Obrador.
Más allá de si estamos o no de acuerdo con la venta o rifa, o de si estamos de acuerdo o no con que siga parado sin sacarle algún provecho, lo que vimos el día de hoy cuando fue exhibido durante la conferencia de López por la mañana, nos debe llevar a pensar en los excesos ofensivos y grotescos que los políticos han cometido en contra del pueblo empobrecido.
Miles de millones de pesos que pudieron servir para ayudar a la gente, fueron gastados en la compra de un aparato que no es acorde a nuestra realidad; un avión excesivamente lujoso, que más bien da la apariencia de un verdadero palacio flotante, que servía para que los mexicanos le cumpliéramos el capricho al expresidente de viajar como si se tratara de un monarca, acompañado de su corte y sus lambiscones.
Camas de lujo, cocinas de lujo, tecnología de punta, asientos de lo más fino, mientras que en tierra el pueblo se debatía entre el hambre, la violencia y la muerte.
Sólo pensemos en algo: para millones de personas en nuestro país viajar en avión comercial es un verdadero lujo que muy pocos pueden pagarse; para quienes pueden hacerlo, viajar en clase turista es la mayor de las aspiraciones, porque los asientos de primera son excesivamente caros. Pues bueno, ni en esos asientos de primera los lujos son de semejante magnitud. Ahora veamos (como muestran las imágenes que compartimos con ustedes en el video) la diferencia enorme que hay entre ésa clase premier y lo que ofrece el interior del avión José María Morelos. Son mundos totalmente diferentes. Ése es el exceso, la ofensa, lo absurdo, lo imperdonable.
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