Los días 4 y 5 de Marzo se reanudó en Iguala, Guerrero, la búsqueda de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos a raíz de los hechos desafortunados sucedidos la madrugada del 26 al 27 de Septiembre del 2014.
Los padres de familia, estudiantes normalistas, asociaciones civiles y organizaciones se dieron cita en el Plantón del Zócalo en el centro del municipio, donde se encuentran apostadas dos urnas y los rostros que nos recuerdan a 43 futuros maestros que a más de un año de su desaparición, su caso sigue sin resolverse y por tanto, su paradero aún se desconoce, así como murales de lucha e información colgada de árbol a árbol para conscientizar a la población igualteca sobre la importancia de lo ocurrido con los estudiantes normalistas, así como las repercusiones de una política mal aplicada, en la sociedad.
La idea es clara, que los habitantes de Iguala colaboren de una forma directa con cualquier información que pueda ayudar a los padres, normalistas y sociedad civil a dar con el paradero de los estudiantes, y lo más importante, saber quién se los llevó.
Para ello se instalaron dos urnas en medio del Zócalo, se partió con dos camionetas con perifoneo aportado por las organizaciones civiles que apoyan a los padres, y se dividieron en 20 brigadas con la intención de pasar casa por casa a preguntar por cualquier información que pudiera resultar de relevancia con respecto a aquella fatídica madrugada de Septiembre y así mismo, dejar personalmente a los Igualtecos volantes con teléfonos y correos electrónicos para dejar la información de manera anónima si ese era su deseo.
A pesar de que ha pasado el tiempo, los familiares y compañeros de los 43 encontraron una respuesta mucho más positiva que las veces anteriores en las que habían hecho presencia en Iguala, ya que según ellos recordaban, antes, al saber que «Ayotzinapa» estaría en Iguala, los puestos eran cerrados, y la gente se iba a refugiar en sus casas.
Tan sólo algunos habitantes tenían la «osadía» de ir a acompañarlos y mostrarles su apoyo abiertamente, sin embargo, con el paso del tiempo, presas del miedo que es común en ese municipio, dejaron de ir, tal vez no de apoyar, pero sí de hacer presencia física a las convocatorias de padres y estudiantes.
Esta vez algo cambió, algo se respiraba diferente y la comitiva lo notó al ingresar a Iguala. No encontraron puestos cerrados, la gente estaba como cualquier otro día en la calle, desarrollando sus actividades habituales.
Durante el brigadeo casa por casa, la actitud de los habitantes también fue inesperada. Algunos brigadistas afirmaron que en muchas casas fueron recibidos de buena manera. A algunos les ofrecieron algo de beber o hasta dinero para comprar algún agua, y es que el clima inclemente lo ameritaba. El calor húmedo característico de la zona, y el sol puesto en su máximo esplendor provocaban que a los primeros pasos el sudor se hiciera visible sobre el rostro y cuerpo.
Aún así, los brigadistas cumplieron con su tarea de ir casa por casa sobre la zona asignada. En algunos casos la plática se extendía con los habitantes de Iguala, en otras ocasiones las casas permanecían cerradas y era notable que en algunos pobladores aún prevalecía el miedo de verse involucrados en problemas, por lo que preferían evitar ser vistos con los cercanos al caso de Ayotzinapa.
Al finalizar los brigadeos, los representantes y delegados daban constancia en plenaria privada sobre lo sucedido en particular a cada grupo.
En general, la respuesta fue positiva. Tan positiva que las brigadas se clausuraron con una marcha de agradecimiento a la población por su colaboración.
La marcha comenzó alrededor de las 17:00 hras. reuniendo por lo menos a unas 300 personas precedidas como en cada marcha por los padres y madres de familia de los normalistas y los estudiantes normalistas, que como siempre imprimieron sus consignas de lucha en una voz uniforme y con fuerza, de esa fuerza que eriza la piel.
El contingente partió desde la estela que contiene la placa con los nombres de los dos estudiantes caídos en el área de Periférico y Juan N. Álvarez, hacia el Zócalo.
Dentro de la información que se dejaba escuchar gracias al perifoneo de los vehículos que acompañaban la marcha, se hablaba sobre cómo la PGR no había sido capaz de resolver el caso a más de un año de estar en sus manos, y cómo la mal nombrada «verdad histórica» fue un truco simple para que el caso quedara cerrado como muchos más en el país. Así mismo se escuchaba que a Enrique Peña Nieto se le va a caer el teatro tarde o temprano, ese teatro que sirve de parapeto al ir a otras naciones a hablar de estabilidad en el país, y que no sólo en el pueblo de Iguala, o el estado de Guerrero, o en la Nación, sino en el mundo, la gente vive gobernada y es la población la que obedece, cuando debería de ser al revés y ser los servidores públicos los que obedezcan a quienes les permiten administrar el dinero público recaudado.
También se resaltó que no hay justicia en este país. No se ha hecho justicia con la guardería ABC, ni con muchos otros casos. El dólar se mantiene a un precio vergonzoso y la mano de obra se mantiene abaratada.
Expectantes, muchos salieron de sus casas para ser testigos de la marcha que se suscitaba. Algunos se acercaban a ellos con volantes para que, en caso de poseer algún tipo de información, se las hicieran llegar de manera anónima.
Pero ¿qué dijo la población de Iguala?
Entre lo que los habitantes dijeron sobre los hechos, resaltó que muchos escucharon los balazos, pero pensaron que se trataba de fuego cruzado entre narcotraficantes y policías, ya que en esa parte de la calle Juan N. Álvarez y Periférico se encontraba un autolavado propiedad de Los Peques, quienes operaban para el cártel de Guerreros Unidos, y que ahora se mantiene cerrado, pero antes no era así y operaba impunemente.
Nadie pensó que se tratara de estudiantes repelidos por la policía federal, y mucho menos que se tratara de estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos.
«No era muy frecuente que los estudiantes de la Normal vinieran a Iguala. En Chilpo sí era más común. Allá Ayotzinapa sí se escuchaba a cada rato, pero a Iguala casi nunca venían», comentó una de las fuentes.
«Jamás me hubiera imaginado que se tratara de estudiantes, porque eran muchísimas detonaciones, tanto que muchos nos encerramos en nuestras casas y no salimos hasta el otro día. Pero era imposible pensar que con tanta saña se le estuviera disparando a alguien que no tuviera armas… y más si eran estudiantes. Aunque hubieran sido delincuentes como dice el gobierno, fue demasiado», comentó alguien más.
«A nosotros nos alertaron antes, de que cerráramos los locales. Los policías pasaron y nos advirtieron que cerráramos los locales y nos fuéramos a nuestras casas. Eso hicimos».
«No pudimos ver nada, nos encerramos y comenzamos a rezar esperando que terminara. Esa noche llovía y no quisimos asomarnos por temor a ser alcanzados por una bala. Todo se escuchaba muy cerca».
Estas declaraciones fueron parte de lo que www.ellosynosotros.com en su corresponsalía recabó como aportación para el casa por casa.