Javier Duarte tiene asegurado un lugar en el infierno, si es que eso existe. Cuando menos tiene asegurado un sitio en la memoria de todos los mexicanos; será siempre recordado como el inmundo criminal que llenó de luto y dolor al estado de Veracruz. Será repudiado siempre; no habrá una sola persona de buen corazón en México, que al escucharlo nombrar o verlo, no piense en el asesino que es, el ladrón que es y en el malnacido demonio que convirtió en una fosa enorme a Veracruz. No sabemos si algún día las leyes lo pongan contra la pared y sea llevado preso, porque desafortunadamente en el país de la impunidad, eso es poco probable. Se irá, en dos meses, dejando una estela de muerte y dolor; sangre regada de nuestros jóvenes y niños que murieron durante su mandato. Javier Duarte es la representación más clara de lo que debe ser un demonio, si es que eso existe.
