Y en cuanto un ciudadano se acerca al feudal en turno, los perros que contratan para cuidarlos, saltan y se le echan encima al que se atreva. No permiten que el pueblo se acerque, que les reclame, que les hable, siquiera. Solo cuando en campaña andan de lambiscones, es que permiten que la gente esté a su lado. Y aún así, aún cuando estas escenas se repiten desde siempre, hay gente que les vota y sigue creyéndoles.
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