Mientras ella era alcaldesa en Monterrey y andaba entregándole las llaves de la ciudad al mismísimo Dios, uno de sus escoltas (de esos que no permiten que te les acerques a semejantes deidades) secuestraba gente, aliado con los ‘Zetas’. Seguramente ella no se daba cuenta o lo dejaba todo en manos de Dios.
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