«El negacionismo ha causado más muertes», es lo que afirma Javier Hernández Alpízar en una columna publicada en «Zapateando» el día 28 de mayo, la cual reproducimos de manera íntegra:
La ONU ha reconocido que la pandemia del coronavirus SARSCOV2, causante de la enfermedad Covid-19, se ha visto acompañada de otra pandemia, la de la desinformación, las noticias falsas, a la cual ha llamado infodemia, aunque algunos medios la han llamado desinfodemia.
Se trata de dos pandemias que combinan sus efectos dañinos y que juntas generan una especie de tormenta perfecta: el virus no es un ser vivo sino un fragmento de información genética (ácido ribonucleico, ARN) que al ingresar en las células las hace reproducirlo mediante una suerte de engaño, además, cuando las defensas del ser humano combaten al virus destruyendo células infectadas, el SARSCOV2 engaña a algunas de estas defensas de manera que matan indiscriminadamente a células contagiadas y a células sanas. Este comportamiento del virus hace que sea el propio sistema de defensas el que destruye al paciente tratando de salvarlo.
La desinformación, la confusión y las malas decisiones que provoca la infodemia son parecidas. El negacionismo, probablemente la más dañina de las informaciones falsas al respecto, hace que la gente no se cuide, que no acate las medidas sanitarias de prevención como no salir de casa, guardar una distancia de otras personas al salir, lavarse las manos, usar cubrebocas o no estornudar al aire sin cubrirse con el interior del brazo doblado. Este desacato ha hecho ya que, según estudiosos de la UNAM, en México la pandemia se prolongue de un pico que se proyectaba para mayo a un pico para mediados de junio. La impaciencia por salir va a hacer que el confinamiento se prolongue un mes o más, y si sigue habiendo desacato puede prolongarse aún más porque se multiplican los contagios.
El problema con el coronavirus SARSCOV2 es que es altamente contagioso. Eso ha hecho que se vuelva pandemia y que se esparza por todo el planeta aprovechando los viajes de los seres humanos en un mundo globalizado. Inició en China, golpeó mortalmente a Europa y a los Estados Unidos y ahora crece en el sur del planeta en América Latina, África y Asia. Nada lo ha podido detener porque es altamente contagioso y porque hasta hoy no hay un medicamento probado para curar la enfermedad ni vacuna probada que evite el contagio,
Las medidas sanitarias parecerían muy sencillas, eso ha hecho que algunos no crean en la presencia y acción del virus, porque lo destruye lavarse las manos con jabón. Pero hay una medida que ha sido muy difícil de acatar para muchos; el encierro en casa. Muchos ciudadanos no se pueden encerrar porque su precaria economía los obliga a salir a buscar el sustento del día. Y nuestros gobiernos no dieron los apoyos para que más personas pudieran quedarse en casa. Esto, sumado al descuido de otros, ha hecho que el virus se propague, especialmente en las ciudades más grandes y pobladas como Nueva York, donde ha sido devastador, o la Ciudad de México, donde está siendo muy grave y podría empeorar si hay una reapertura apresurada o simplemente si el desacato a las medidas sanitarias continúa.
Hay una serie de hechos comprobados, muy pocos pero fehacientes, que la desinfodemia ha negado: existe el coronavirus SARSCOV2, se propaga muy fácilmente por el contacto entre seres humanos, tiene una tasa de letalidad que varía de lugar en lugar y que en países como México es muy alta (10.7% según la Universidad Johns Hopkins, basada en las cifras oficiales del gobierno mexicano) y los es más en comunidades indígenas (19%). El promedio de edad de los muertos en Europa es de 69 años, pero en México bajó a 59 años porque hay muchas condiciones previas que nos hacen más vulnerables: desnutrición, obesidad, diabetes, respirar aire contaminado, fumar, otros padecimientos previos respiratorios, de los riñones, VIH, problemas cardiovasculares, hipertensión, etc.
El cuadro más típico pasa por tos, fiebre y dolores musculares a una neumonía, deficiencia respiratoria y, en muchos casos, a la muerte. En ocasiones puede atacar otros órganos del cuerpo que están débiles y los síntomas pueden ser diferentes. Algunas muertes son muy rápidas.
La información básica para la prevención parecería muy sencilla. El gobierno confió en que sus canales habituales la difundirían adecuadamente pero no fue así. El gobierno da conferencias de prensa y luego los medios convencionales dan las noticias en diferentes formatos, televisión, radio, internet e impresos.
Algo ha pasado, pero la desinfodemia y especialmente el negacionismo nos muestran que muchas personas no creen en lo que dicen los medios y, en buena medida, no creen en lo que dicen el gobierno y las instituciones oficiales,
Hay varias creencias falsas que se popularizaron de voz en voz, por medio de audios en WhatsApp, en posteos en redes digitales y hasta en volantes difundidos entre trabajadores que se vieron obligados a seguir laborando en medio de la pandemia.
Una lista no exhaustiva de estas falsedades incluye: “el virus no existe”, “el virus fue creado en un laboratorio”, “el virus es esparcido desde el aire o por personas que lo diseminan” (confunden a personal de sanitización con “aspersores del virus”). Como consecuencia de que “el virus no existe”, o de pruebas rápidas poco fiables que pueden dar negativo aunque estés contagiado, las personas que enferman e incluso los deudos de quienes mueren por Covid 19 niegan que sea esa la enfermedad, piensan que los médicos y personal de salud “mataron” a los pacientes. Algunos parientes de personas fallecidas por Covid 19 llamaron a las personas a no ir a los hospitales “porque ahí los matan”. Se inventaron falsedades ridículas como “matan a los pacientes para sacarles el líquido de las rodillas”. Además, se ha generado una estigmatización y discriminación contra personas que se sabe que dieron positivo y esta discriminación se extendió a pacientes enfermos, a personal de salud, especialmente a médicos y enfermeras, víctimas de todo tipo de agresiones, y hasta a personas que trabajan en tiendas departamentales, en España se dio una ola de fobia a los ancianos.
En redes digitales puede apreciarse que personas enfermas se niegan a ir a los hospitales, buscan tanques de oxígeno por su cuenta, van al hospital solamente cuando los pacientes están muy graves, algunos mueren antes de poder ser ingresados o atendidos, otros mueren en sus casas. Parece que incluso algunas personas han muerto de otros padecimientos, que sí son tratables y curables, porque tuvieron miedo de ir al médico por temor al Covid-19.
Otras personas niegan estar enfermos, niegan los síntomas o incluso si saben que dieron positivo, lo ocultan por temor a la discriminación y a agresiones.
La desinformación, las falsas noticias (remedios falsamente milagrosos que no curan nada o que pueden ser incluso tóxicos), pero sobre todo la mentira muy difundida de que el coronavirus no existe, han hecho aún más grave la pandemia.
El resultado es grave: aun si la población no hubiera sido pasto de las noticias falsas y el negacionismo, bastaría con el serio deterioro material y escasez de personal capacitado del sistema de salud, así como con las condiciones previas de la población (víctima de daños a la salud como una alimentación pésima: alta en azúcares, grasas y comida chatarra) y lo contagioso del virus, para hacer mucho daño.
Pero todo empeoró con la desinformación (no llegó información en sus lenguas a las comunidades indígenas, como señaló Artículo 19) y con la infodemia, las noticias falsas, las teorías conspiratorias y especialmente con el negacionismo.
Negar los problemas los agrava: negar el calentamiento global de origen en los combustibles fósiles, lo agrava; negar el coronavirus, agravó la pandemia; negar la violencia contra las mujeres pretende invisibilizar un problema y lo hace más peligroso; negar que México vive una militarización hace que sea más riesgosa.
El virus seguirá siendo un riesgo letal mientras no exista una vacuna al alcance de todos, medicamentos eficaces e información cierta y disponible a todos: incluidas las cifras reales del problema. Dice el subsecretario de salud que ningún país tiene cifras reales. Tal vez sea por eso que la mayoría de los países han dado palos de ciego y padecido una pandemia muy letal. Han sucumbido estrategias erróneas como la inmunidad de rebaño en Suecia, el negacionismo y las acciones ineficaces en Estados Unidos y Brasil o han surgido rebrotes en algunos países tras dar fin al confinamiento.
Han habido países que sortearon mejor el problema como Costa Rica, por su sistema de salud universal, o Vietnam por su disciplina y por partir de una premisa: “China nos oculta información, preparémonos para lo peor”.
No se trata de defender o atacar a ningún gobierno, sino de salvar vidas: necesitamos información verdadera, accesible, comprensible y disciplina social, colectiva e individual, para protegernos, porque hasta hoy no hay vacuna ni cura y el nivel de letalidad en México es muy alto.
Con pandemias anteriores como el VIH, debimos haber aprendido la lección: nada ayuda estigmatizar a los contagiados, pero sí ayuda difundir información verídica, seria, en un lenguaje accesible a cada sector, y medidas de protección eficaces.
El negacionismo está costando vidas. La desinformación ha potenciado y acrecentado los contagios. Un regreso a las calles antes de tiempo causaría un rebrote muy peligroso.
Nos espera una grave crisis económica: recesión, falta de inversión, desempleo, hambre.
Si enfrentamos esa crisis tan mal como ahora a la pandemia, esto traerá más dolor y muerte. La lección no aprendida, hasta hoy, de la pandemia de SARSCOV2 es que necesitamos ser solidarios, organizados, autogestivos: lo que daña a los demás es un daño para cada uno.
La peor manera de enfrentar un problema es negarlo o enfrentarlo con datos falsos, insuficientes, confusos o sesgados. La verdad puede salvar vidas, aunque incomode a muchos: especialmente a los poderosos, que necesitan el regreso de los trabajadores a la cadena de la explotación.
Una vieja verdad, muchas veces negada, resurgió con la pandemia: el trabajo es la fuente de la riqueza, no lo es el dinero, las máquinas o la tecnología, es el trabajo, son los trabajadores.
Otra verdad nos espera: vendrán más pandemias, y el cambio climático que es mucho más grave que las pandemias. O cambiamos nuestra forma de vivir en sociedad o nos volvemos insustentables, nos ponemos en la vía de la extinción. La devastación ambiental no es progreso es destrucción y entre otros problemas genera las pandemias.
La vida y la muerte de todos los seres humanos en el mundo está interconectada, lo mismo la vida de otras especies: todo feminicidio, homicidio o infanticidio, lo mismo que todo ecocidio es un suicidio (parafraseando a Franz Hinkelammert).
El mundo no será jamás el mismo, y será mucho peor si intentamos hacer como que nada pasó en lugar de luchar, trabajar, estudiar y cambiar lo que estamos obligados a cambiar si amamos la vida.
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