Después de escuchar a Murillo Karam inventándose la historia más increíble de todas cuantas se pudieron haber inventado, la gente salió a las calles, tomo la plancha del Zócalo y se acercó a Palacio Nacional. Los voceros del sistema se escandalizaron tanto, que hasta el día de hoy siguen lamentándose por una puerta quemada y unos cristales rotos. NOSOTROS pensamos que eso es lo de menos: al otro día, la puerta estaba restaurada. Pero la vida de los compas de Ayotzinapa y los 43 que no aparecen, no corren la misma suerte que una puerta de madera, porque no hay respuestas y el país se está cansando.
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