En cualquier lugar del mundo, donde la vida humana fuera respetada y se le diera el valor que en realidad tiene, salir a buscar a 800 personas desaparecidas y tratar de localizarlas en 50 fosas clandestinas, sin duda provocaría un estallido de conciencia social y ya no hablemos de una reacción internacional en contra del gobierno en turno. Pero estamos hablando de México y ni siquiera de todo el país, sino de una cola ciudad fronteriza donde los horrores se cuentan así, por centenas.
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