En cualquier lugar del mundo, un hecho como el ocurrido en Tlatlaya, habría provocado un escándalo mayúsculo y una presión mediática enorme. Pero en México, no. En nuestro país, las ejecuciones extrajudiciales se volvieron parte de lo cotidiano, parte de la guerra, parte de la violencia del día a día. Pregúntense ustedes qué habrían hecho las grandes cadenas informativas de paga, si un masacre así hubiera ocurrido en alguno de esos países enemigos del sistema, como Cuba o Venezuela. Acá, solo se le dedicaron 12 palabras, por cada muerto, a la explicación oficial de esta brutalidad.
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