Por Nuria Ramírez Solano
Fotos: Carolina Cid Castro
Video: José Luis Santillán Sánchez
Previo al inicio del invierno, a orillas de la autopista Tenango-Ixtapan de la Sal que divide a San Pedro Tlanixco en el Estado de México, cerca de la cocina de leña de una vivienda de este pueblo nahua, se pueden ver a lo lejos una gran estructura rectangular hecha con madera que, en los días siguientes, albergará semillas de maíz criollo que un conjunto de familias cosechará en colectivo, ayate al hombro y pixcón en mano, en cuatro terrenos pertenecientes a San Pedro, el santo patrono de esta comunidad.
A mediados del mes de diciembre se realiza este esfuerzo organizado conocido como la mayordomía de la siembra que tiene como figura central a San Pedro; a lo largo del año la familia que ha sido nombrada para encabezar la mayordomía pide a la comunidad que colabore económicamente, y eligen a un grupo de habitantes que les acompañará a lo largo del proceso, denominados “La Compañía”, así como a una pareja que funge como padrinos de la pizca, que se encargan de llevar flores para San Pedro y de adornar los vehículos que acuden a las parcelas para el traslado de costales de maíz hacia la estructura llamada cincolote, al cual también adornan, además de repartir algún presente a la comunidad que participa.
El centro de actividades de esta festividad es el hogar del mayor y la mayora, quienes son elegidos en asamblea; en su hogar se prepararon los alimentos y se elaboró el pan que alimentó a las y los asistentes a la pizca. Muy temprano las familias se dieron cita en la parcela de “La Colonia” e iniciaron la tarea de colecta del maíz nativo que conservan y que, posteriormente, venderán a bajo costo en la propia comunidad para recaudar fondos para las necesidades colectivas; por el momento se encargan de colocar una barda del panteón. La mayordomía concluye el 26 de diciembre en la jornada conocida como El Combate, que marca el fin de un ciclo, se comparte comida, bebida, hay música y convivencia.
Según el sistema normativo de esta comunidad nahua, históricamente el uso de las parcelas de San Pedro había sido colectivo, tanto a nivel del trabajo que requiere la tierra, como del recurso que ese trabajo produce. Hasta que un sacerdote decidió modificar esa costumbre y rentar esas tierras para un beneficio particular; por 19 años, según explica la denuncia elaborada desde este pueblo nahua, esta mayordomía y sus tierras le fueron expropiadas a la comunidad, hasta que se organizaron para recuperar no sólo las tierras, sino el sentido que esta fiesta ha tenido para las y los habitantes de Tlanixco.
Cada etapa de la mayordomía de la siembra está acompañada de múltiples formas de ritualidad: la mayora debe arrancar la primera mazorca, además de sahumar con copal los costales que se colocan llenos de maíz en las camionetas, de diez en diez. La primera camioneta en ser cargada debe detenerse ante la iglesia de la comunidad. A su llegada a la casa que es cede de la mayordomía y aloja la imagen de San Pedro, el primer costal es nuevamente sahumado, y un grupo de hombres de la comunidad, a quienes en ese momento se llama costaleros, atan a la estructura del cincolote un par de escaleras de madera, elaboradas por ellos mismos y suben cada costal con aproximadamente 80 kilos de maíz.
Tlanixco se ubica cerca de las faldas del nevado de Toluca, y en 1934 a sus habitantes se les dotó de 2,691 hectáreas bajo el régimen ejidal. Esta comunidad está catalogada por el INEGI como localidad urbana, desde esa simplificación que solo reconoce los polos rural-urbano y cuyo criterio central para diferenciar entre uno y otro es el número de habitantes. En Tlanixco la actividad agrícola es significativa y cuentan con ríos y cascadas en su boscoso territorio. Han debido organizarse para defender la continuidad de su comunidad y su forma de vida ante el despojo de agua, el proyecto carretero instalado por la fuerza hace un par de décadas y la represión estatal que ha tenido fuertes impactos en su historia colectiva.
En esta región del mundo de la que forma parte el centro-sur México, el maíz tiene aproximadamente 7 mil años de historia (Boege, E. 2010), por lo que ha sido mucho más que un alimento, históricamente constituye un elemento de identidad entre los pueblos indígenas que habitan estas tierras desde tiempos inmemoriales, mucho antes de la instauración del estado-nación mexicano. Aún hoy, en el país se cultivan entre 60 y 70 razas distintas de maíz, sembradas en prácticamente en todo el territorio. El ciclo agrícola del que forma parte importante el maíz es también un ciclo ritual que ayuda a los pueblos originarios en México a conservar la cohesión y reproducir sus saberes y prácticas colectivas.
Los pueblos siguen trabajando por lo común de manera organizada y cotidiana, la mayordomía de la siembra es uno de los elementos con los que esta comunidad alimenta su memoria, cuida su historia y da forma a su futuro.
Bibliografía
Boege, E. (2010). Centros de origen, pueblos indígenas y diversificación del maíz. Ciencias, 92 (092). Recuperado a partir de https://www.revistas.unam.mx/index.php/cns/article/view/14825