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En Michoacán, desde hace algunos años, el mal gobierno realizó el macabró ‘experimento’ de ver qué pasaría si quitaban al grupo paramilitar que habían armado, tolerado y protegido, para ejercer la violencia y mantener a la gente sometida a base de terror. La idea es simple: «quitamos a unos, armamos a otros y en la convulsión, le echamos la culpa  las organizaciones sociales, los grupos subversivos; desarticulamos la lucha social y los sometemos con un nuevo grupo paramilitar». Así se dio el recambio de Caballeros Templarios, sustituidos por dos o tres grupos paramilitares más, que desde el mal gobierno prepararon. Recordemos que a Los Viagras o Los H3, fueron ELLOS quienes les dieron las armas.  Este mismo escenario se está viviendo en Guerrero, dos años después del estallido de violencia en Michoacán; la táctica es la misma y los municipios ‘testigo’ de su experimento, ya empiezan a padecerlo, entre ellos, Chilapa. 

Los pobladores de estas comunidades, piden que La Marina entre a protegerlos, porque denuncian pasividad, complicidad e inacción por parte de la Policía Federal, Policía del Estado y del propio Ejército mexicano. Ambas fuerzas de ‘seguridad’ no han metido ni las manos en defensa de la gente y han permitido que el grupo paramilitar a imponer, Los Rojos, se enfrente contra el grupo paramilitar a desplazar, Los Ardillos. 

La forma más simple de poder entenderlo es con dos palabras muy simples: Política Narcoparamilitar.

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