No es novedad y no es el único caso; desafortunadamente, en México, cualquier asesinato (aunque no sea de un periodista) se trata de la misma forma: la víctima es señalada, sin investigación de por medio, de ser miembro de la delincuencia organizada. A Anabel Flores, desde el primer momento, la FGJV la vinculó con un presunto miembro de un cártel, que hasta el momento sigue en calidad de desaparecido, porque los sicarios de la SEDENA no han sabido explicar a dónde lo llevaron después de haberlo detenido. Esta mezquina forma de culpar a los muertos, es una de las más sucias maniobras de los delincuentes del mal gobierno, para quitarse de encima la responsabilidad o la culpa en tantos y tantos asesinatos.
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